domingo, 29 de abril de 2012

Cuento local...


Saliendo por los metales, me encontré con el maikel: ese hueon po', el bailarín que era negro.
En plena esquina veía él un engorroso aviso de casas en venta. Al verme se sacó sus lentes de brillantes y me dijo que buscaba un lugar donde vivir. Yo le indique que el barrio es lindo, pero no será de su gusto.
-¿Por qué?, dijo.
-Es que no quedan niños, dije. (salvo los que te asaltan, pero ese es otro cuento).

-No quedan niños- repetí. Están crecidos todos. Aquellos que antes abarrotábamos el “gotita de gente”, “el sol y luna” o “el lobito feroz”; hoy abarrotamos “la marchela”, “las tres s” o “el aliro”.
Luego de un largo silencio. Me miró con desilusión. tomó sus maletas. hizo parar un taxi y subió caminando hacia atrás.

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