martes, 29 de septiembre de 2009

No más pretextos

El otro día oí una aberración de aquellas que queman el oído y te dejan con ganas de desenfundar la lengua y disparar a mansalva los más desvergonzados garabatos, De empapelar al personaje con huevos y moluscos por aquí y por allá.
De un tiempo a esta parte la educación ha sufrido grandes cambios, a nivel estructural, en cuanto a los objetivos, y a la amplia gama de agentes que participan en la formación de los alumnos. Justamente uno de esos seres que deambulan por la educación ideal, de teorías y propuestas impronunciables. Dijo en una charla docente, que “el texto es un pretexto”, Con su pecho inflado por creer que había descubierto el Edén, Se dirigió a nosotros y se explicó, como un adulto hace a un niño que no sabe su lección. La aberración que pretendía que entendiéramos, constituía en poner la literatura y más propiamente el libro, como un pretexto, por el cual sólo circularán tediosos análisis de la forma y estructuradas herramientas de inentendible significado.
Ante la absurda propuesta del expositor, abandoné mi puesto y salí a regañadientes de la sala. Mientras caminaba en dirección incierta, pensaba cómo se revolcarían en su tumba aquellos autores que dedicaron grandes esfuerzos, para entregarnos una novela atractiva y agradable. ¿Hemos perdido acaso el gusto estético?, estamos tan acostumbrados a las palabras vacías y los enjutos discursos, que pretendemos no diferenciar la bella prosa, de la pomposidad intelectual o carencia de gracia narrativa. Si queremos viajar, a través de las palabra, por el mundo, ¿Es lo mismo si leemos a Tomas Wolfe , que si leemos un catalogo de viajes?, O si queremos descubrir la dispar suma que es el humano, ¿preferimos algún libro de auto-ayuda, o leemos a Herman Hesse y Borges?. O si buscamos desentrañar la belleza de nuestro pueblo, ¿podemos obviar la lectura de un García Márquez, o un Carpentier? , ¿Podemos acaso olvidar estas lecturas y otras, para sólo dedicarnos a identificar palabras o analizar figuras?.
El texto no puede ser un pretexto, la novela existe por su belleza, hay que partir de esta premisa, antes de cualquier pomposa deconstrucción. ¡Basta de menospreciar la literatura! Dejemos ya de banalizar su importancia y Disfrutemos como niños del libro como un todo hermoso y apacible, que se conjuga completamente para darnos un desborde de placer, asiendo de nuestra vida un constante juego de ir y venir de palabras. Así cuando nos toque llegar a la última página de nuestra vida, sabremos que hemos leído bien, y terminaremos con un final feliz la historia.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Isabel fue la primera

Denostar o no denostar, he ahí el dilema. Hablar de Isabel Allende es amar u odiar, no existen tonalidades intermedias. Sin embargo hay un extremo que predomina, A través de la conversación casual con académicos y amigos, descubrí que la recepción de nuestra “hija de la fortuna” es más que desfavorable; considerada literatura menor, comparable con los libros de autoayuda, con las recetas de cocina y la novela rosa. Sin embargo me pregunto yo y dejo la pregunta abierta, ¿es justo este trato despectivo con la autora chilena? ; ¿no somos un tanto apátridas al momento de leer?
Es triste darse cuenta, pero siempre reconocemos a los autores de forma póstuma, somos especialistas en crear zombies, los cuales deambulan por el espacio cultural, aferrados a una producción denostada en vida. Sin embargo esto no sucede sólo con Isabel; sucedió y sucede con muchos otros. Ejemplo patente aun, es nuestro gran “detective salvaje”, el cual si no fuese por la incompetencia de una modelo (por decirle de alguna forma) que lo confundió con el personaje del chavo, no hubiese salido del anonimato para el público. Esto nos demuestra como Perdemos a cada minuto el camino de nuestras cualidades. Es tiempo de comenzar a mirar el interior de nuestro hogar, y dejar de asomarnos al balcón, a ver si algún extraño que pasa nos engatusa o enamora con prosa barata.
Volviendo a Isabel, me pregunto: ¿Es justo convertir en extranjera a aquella que nos sabe describir de forma tan hermosa?, ¿por qué desterramos su éxito y lo alejamos de nuestra biblioteca?, porque no rompemos el prejuicio analítico y disfrutamos con inusitada inocencia. Para nuestro deleite, cito una parte de su libro Paula

He regresado varias veces al sur de Chile, y siempre vuelvo a sentir la misma
indescriptible emoción ante el paisaje, el paso de la cordillera de los Andes
está grabado en mi alma como uno de los momentos de revelación de mi
existencia. Ahora y en otros tiempos
desesperados, cuando intento recordar oraciones
y no encuentro palabras ni ritos, la única visión de consuelo a que puedo
recurrir son esos senderos diáfanos por la selva fría, entre helechos
gigantescos y troncos que se elevan hacia el cielo, los abruptos pasos de las
montañas y el perfil filudo de los volcanes nevados reflejándose en el agua
color esmeralda de los lagos (p.48)


Diametralmente cada vez que negamos la elegancia literaria de Isabel, enterramos parte importante de nuestra impronta, de nuestra historia, de nuestra cosmovisión. Cada vez que escucho un comentario ponzoñoso hacia Isabel, me pregunto ¿Dónde realmente está la ciudad de las bestias?; cómo omitir de forma impávida aquellos pasajes hermosos que nos revelan la belleza local, la magia de nuestra tierra, la esencia de nuestro tibio corazón. No desterremos la magia y la belleza de nuestra escritora, no denostemos gratuitamente al espíritu más noble de nuestra casa.
Me pregunto yo ¿cómo olvidar el goce que me produjo en mi niñez la lectura de las obras de Isabel?, cómo describir la inefable sensación de fantasía y magia a la cual me vi transportado; cómo describir el sentirse parte de cada personaje y cada momento; mi espíritu salía de golpe para acompañar a la joven de hija de la fortuna, en las entrañas del barco, cuidando de su salud, para que el libro no terminara abruptamente. Cómo olvidar mi feliz estancia en las tres Marías, junto a Clara oyendo sus dulces canciones. Sintiendo en cada espacio el aroma de las flores que adornaban la casa. Compartiendo la pasividad de la vida de campo, epifanía del corazón y el alma. Cómo olvidar mi infantil juego entre los pasillos de la casona, Riendo con los traviesos espíritus que me contaban una y otra vez la historia de un joven, curioso y feliz lector.
Cada página que he vuelto a leer, me acerca a mi pequeña historia. Me remonta a mi infantil imaginación, la que ha resistido a los embates de académicos aburridos, y críticos apátridas. Me niego a crecer y dar la espalda a la que me acuno con bellas historias, a la que me llevo de la mano al iniciático viaje de la fantasía y la magia. Cómo olvidarte Isabel, si mi primera vez fue contigo.